Uno, que es muy suyo, siempre ha desconfiado de las teorías de la conspiración. Me han parecido descabelladas en su mayoría, paranoicas gran parte y poco creíbles casi todas. Pero ahora llega Wikileaks y te lo jode todo, compadre.
Las miles de filtraciones del tito Assange son el más duro golpe moral que ha recibido en años la ciudadanía de a pie en todo el mundo. Más incluso que la crisis, que al fin y al cabo es una más de tantas. Creo que no hay trauma mayor que el que transcurre cuando te das de narices contra la realidad, y eso es lo que ha hecho Wikileaks: ponernos delante un murazo de hormigón armao para que nos demos el leñazo en toda la cara. Todos hemos pensado muchas veces aquello de “los americanos se venden a las petroleras”, incluso con el espinoso asunto de la gripe A culpamos a las farmacéuticas. Pero todos sabemos (sabíamos) que esto es más un entretenimiento que una realidad, un tema ideal para el debate después de unas copas, pero para poco más. Y llega Wikileaks y te dice: “¿te acuerdas todas esas chorradas que decías? Pues son verdad”.
Te quedas con cara de tonto. Plantado frente a una realidad vergonzosa que te confirma como un títere a manos de los poderosos. Lo que sabías, pero confirmado. Te lo han dicho en tu cara, y eso jode una barbaridad. Sin embargo, entre todos ellos han conseguido que el asunto no vaya a mayores, evitando que se monte el tangai espectacular que se merecería esta demostración del deplorable comportamiento de los que nos gobiernan.
Ya en algunos foros mostré cierta tendencia paranoide sobre el mamoneo de los controladores el puente de la Inmaculada. Me pareció que el Gobierno rozaba lo sublime con su estrategia: Aprobar el dichoso Decreto (¿no hay muchos decretos últimamente?) a sabiendas de la que se iba a liar para así escenificar un justificado golpe militar en los aeropuertos, para estupefacción y jiñe colectivo del colectivo más odiado de España (no sé si por detrás o por delante de la SGAE). Sin embargo la estrategia era doble, porque cumplía otro objetivo: crear una cortina de humo espectacular para que no viéramos la auténtica vergüenza nacional: los cables que demuestran que la ‘ley Sinde’ es una verdadera bajada de pantalones del Gobierno español ante los intereses de la industria norteamericana.
Resulta bochornosa, por no mentar palabras mayores, ni a las familias de nadie, la constatación de que EEUU, con la connivencia y complicidad del Gobierno de ZP, diseñara una ley antidescargas al servicio de las industrias ‘culturales’ norteamericanas y contra derechos fundamentales recogidos en nuestra Constitución, como la libertad de expresión o el derecho a un juicio justo. Moncloa se ha bajado los pantalones merced, entre otras cosas, a la obsesiva pretensión de ZP de hacerse con la amistad de míster Obama (imagino que por aquello de la fabulosa coincidencia interplanetaria que decía Pajín), aunque también, y así lo dicen los cables interceptados por Wikileaks, por su ‘sensibilidad’ con la industria cultural española, osease los de ‘la ceja’.
Lástima que toda esta información haya pasado prácticamente sin pena ni gloria (os recuerdo que después de los controladores llegó la chorrada de la operación Galgo), que el Gobierno nos vaya a colar la Ley Sinde por la puerta de atrás para convertirnos a todos en presuntos delincuentes (con normas hasta ahora aplicadas únicamente a terroristas), que se haya demostrado que toda la parafernalia de discursos en pro del desarrollo cultural era una pantomima, una burda manipulación. Lástima que al final no pase nada y que por mucho que ocurra, por mucho que se demuestre, por muchas conspiraciones que se descubran, los ciudadanos seguiremos siendo meras marionetas en manos de los poderosos, impotentes y maleables.
Eso sí, siempre hay una última palabra. La mía será no votar esta vez a ZP. Más allá de su pésima gestión de la crisis que negó, me ha defraudado en lo más importante: las ideas, porque creí en él y en que era posible otra forma de hacer las cosas. Ahora sé (gracias, Wikileaks) que no era más que la máscara de un mentiroso.
Más información:
http://bit.ly/eBiWso (reportaje de El País sobre el ‘cablegate’ y la Ley Sinde