Si los tuiteros domináramos el mundo no habría más guerras. Florecerían la Justicia y la Solidaridad. Los tuiteros somos adalides de la paz y la cultura, guardianes de la tecnología y jueces de la moralidad y la ética.
Los tuiteros puros somos los dueños de Tuíter, y por eso nos enfadamos cuando otros lo usan, a no ser que se unan a nuestros altruistas objetivos. Básicamente, no nos gusta que entren en nuestro preciado y selecto círculo, menos aún si lo que quieren es vendernos una idea o un producto. Despreciamos a aquellos que se apuntan ahora a Tuíter. Con todo lo que hemos hecho por su conservación y crecimiento, ahora llegan estos y se aprovechan…
Por eso, los tuiteros iniciáticos nos enfadamos cuando algo que no nos gusta se convierte en Trending Topic, claro que os preguntaréis qué es lo que no nos gusta. Yo os lo digo: no nos gusta nadie de la tele, a no ser que se trate de reconocidos periodistas o presentadores que (esto es vital) no sean de Telecinco. En general, odiamos todo lo que venga de Telecinco porque no tiene nuestra catadura moral ni cultural. Aunque, como norma, no nos gustan los famosos. También es cierto que básicamente no queremos que existan nuevos tuiteros. Nos cabrea que mancillen nuestra querida red social, antaño tan selecta, tan pura… Se llamen como se llamen, porque, aunque nos emociona escribirles en plan coleguita esperando respuestas que nunca llegan, los famosos son nuestra más preciada presa. Hemos estado muchos años recolectando folowers y llegan estos y consiguen miles en pocas horas… ¿Es o no es para cabrearse?
Eso sí, a quien más amamos es a nosotros mismos. Los tuiteros somos los onanistas de los 140 caracteres. Buscamos folowers con ansia, gente que reciba nuestros ingeniosos mensajes. Porque a ingenio no nos gana nadie. Dedicamos horas enteras pensando en el mensaje más inteligente del mundo, relacionado por supuesto con el Trending Topic del momento (todo sea por ganar retuits y folowers). Si no sale, siempre podemos usar el copia y pega. Basta una pequeña adaptación para hacer nuestro el mejor tuit del día. El placer de un retuit es al onanista de los 140 caracteres mayor que cualquier otro en el mundo. Nuestro mensaje, circulando entre miles de tuiteros, se convierte en una deliciosa extensión de nosotros mismos y eso nos hace tremendamente felices. También somos ingeniosos (¿ya lo he dicho?) y chistosos. Tenemos mucha gracia, qué le vamos a hacer. Lo comentamos todo con sutil ironía y enorme inteligencia. Puede que copiemos algún chiste, pero lo hacemos tan bien que parece propio. A veces, además, ponemos links en inglés, para que se note nuestra basta cultura.
Pero, ante todo, los tuiteros somos un ejemplo para el mundo. Firmes protectores de los derechos, de la libertad y la igualdad. Sin distinciones. Que Gadafi asesina a los rebeldes, pedimos una actuación de la ONU. Que la ONU actúa, gritamos ¡no a la guerra! Gestamos campañas contra cualquiera que se atreva a atentar contra la dignidad de cualquiera (aunque para ello atentemos contra la suya), nos indignamos, pedimos que no les voten, difundimos informaciones comprometidas para los gobiernos…
Soñamos con un mundo mejor. Otra cosa es lo que hagamos para conseguirlo, porque ¿para qué preocuparse, si dentro de cinco minutos lo olvidaremos para concentrarnos en escribir el #anapastorfacts más genial y divertido?