Mi padre decía a menudo que en este país somos los más demócratas del mundo. Lo decía, como entenderéis, con bastante sorna, cada vez que saltaba a los medios de comunicación alguna de esas soplapolleces tan españolas, esas cosas tan poco democráticas que provoca que todos se echen las manos a la cabeza aunque, en el fondo, piensen que tampoco es para tanto. Pasa mucho. El gobierno americano ejecuta a Bin Laden y todo el mundo se lamenta de la ausencia de un juicio justo, cuando hace unos años cualquiera de nosotros le habría arrancado la cabeza sin pudor.
Somos así, los más democráticos del mundo. Un insano afán por quedar bien pase lo que pase. Aparentar es un vicio muy español que se ha extendido al lenguaje como un mal virus: Hablamos de ‘personas de color’ cuando queremos decir negro, o ‘mujer pública’ cuando nos referimos a una puta. Incluso cuando cuando una empresa echa a la calle a un puñado de trabajadores, no se trata de despidos, sino de una regulación de empleo. Mis amigos los políticos, los grandes responsables de la orgía democrática patria, son sin duda los mejores aplicándola. Hoy he visto cómo Zapatero hablaba, por fin, de 15M para decir que era intolerable, delictivo y nosequé que se impidiera la entrada de sus señorías en las instituciones democráticas. No mencionó, eso sí, que entre esas ilustres señorías hay un centenar de imputados en casos de corrupción. Eso sí es tolerable y democrático.
Pero lo mejor, lo último, lo más de lo más, es el lenguaje ‘inclusivo’. Confieso que decidí dejar de seguir y apoyar la acampada de Sol y sucedáneos cuando supe que la asamblea presentaba, entre sus propuestas para mejorar la democracia en España, la gran idea de utilizar el famoso lenguaje inclusivo. La propuesta profundizaba, incluso, y se debatió si emplear la X o la @. Así, por ejemplo: ‘Estamos todxs aquí para votar nuestr@s propuestas de mierda’. Como si nada. Como si el lenguaje fuera una masa de pizza que pueda amoldarse a nuestro gusto cuando queramos.
Como si no se tratara de algo que está muy por encima de todos nosotros. Siglos y siglos de evolución, consecuencia del caminar histórico de decenas de sociedades. Como si la Lengua española pudiera o debiera cambiar a golpe de ocurrencia. Como si cada chorrada de cualquier chorra tuviera que ser inmediatamente incorporada en el DRAE. Como si fuera de nuestra propiedad.
‘Las miembras’ de Aído supusieron un salto en la delirante gilipollez democrática de la inclusión lingüística. Despertó el cachondeo nacional, cierto, pero el hecho es que ya hay quien lo utiliza sin rubor y encima se felicita por ello. Lo peor es que ya se han quedado cortas (las miembras) y el afán por el correctismo y la apariencia van más allá. He oído discursos hilarantes (“Muy buenas noches. Un día más, estamos todos y todas aquí, abogados y abogadas, miembros y miembras de esta asociación, amigos y amigas todos y todas. Nos reunimos hoy con nuestros y nuestras compañeros y compañeras…”), pero lo de la ‘x’ y la ‘@’ es sin duda lo más esperpéntico de todo cuanto he oído últimamente sobre el lenguaje ‘inclusivo’, no solo por antiestético, incorrecto y absurdo, sino porque es materialmente impronunciable, salvo que seas un Hobbit, un Troll o algo por el estilo.
Ahora que lo pienso, cualquiera que lea el texto de ahí arriba podría acusarme de machista. Lo pongo al revés, pa que no me tachen de lo que no soy: “Muy buenas noches. Un día más, estamos todas y todos aquí, abogadas y abogados, miembras y miembros de esta asociación, amigas y amigos todas y todos. Nos reunimos hoy con nuestros y nuestras compañeros y compañeras…”).
Así mejor, ¿no?