La estrategia del mosquito

¿Quién eres tú, que has llegado como tromba y has derrumbado todos mis muros? ¿Quién, que transformas los sueños, que los alegras?

¿Quién eres, tan poderoso, que alientas cada paso que doy, que me impulsas a cada salto, y apenas te he conocido? ¿Cómo puedes cambiar los aromas de mi casa, o detener el tiempo y acelerarlo a tu antojo? ¿Por qué has atrapado mi alma y mi vida y las has deconstruido, dándole a todo un nuevo color y una nueva forma. Como un hipnotista, diriges ahora mi camino y te conviertes al tiempo en el sendero y la meta. El fin y los medios.

Quisiera saber qué tienes, tan fuerte, en tu mirada, que anulas mi conciencia y me retienes, absorto. Bobo como un niño ante el león del circo. O por qué a veces siento que te quiero tanto que creo que me va a explotar por dentro, rompiendo mi cuerpo en un millón de trozos, cada uno disparado hacia un confín de la Tierra. O qué buscas, cuando me miras y me engatusas. Y me pides sin palabras que me olvide de todo. Del mundo entero, cuando sonríes. Del Universo, si lloras. ¿Qué pretendes, que a cada momento deseo, insaciable apetito, que todos sus habitantes te conozcan y te amen, que sepan de ti y te disfruten, que puedan sentir lo que siento?

¿Quién eres, que destruiste mis miedos, que me diste la vuelta?

Tal vez seas un enviado. Algún tipo de ángel traído a mi vida para llenarla de portentos. O puede que solo seas una posibilidad entre millones. Un accidente de otros tantos posibles. Cruenta lucha de batallones de genes y cromosomas que, en una casualidad mágica, te dieron a ti como resultado ¿Que quién eres? Eres mi hijo. Y eres perfecto.