Creo que ya he dicho alguna vez que la verdad, aunque se intuya, siempre duele más cuando se presenta, con toda su crudeza, ante tus narices. Los cables de Wikileaks sobre el caso Couso o la Ley Sinde, que demostraban cómo el gobierno y los sumos miembros de la partitocracia española se pliegan sin rubor ante intereses muy distintos a los de sus conciudadanos son una buena muestra de ello. Hoy nos hemos levantado con un nuevo revés para aquellos que (todavía) creen en los políticos. Una pequeña trampa con la que unos reporteros de The Sunday Times conseguían, haciéndose pasar por asesores de una firma financiera, que un eurodiputado del PP enmendara una ley europea sobre inversiones. Lo hizo, por lo que se ve, si grandes debates internos. Con la promesa de que trabajaría para una compañía asesora con el módico sueldo de 100.000 euros al año, el eurodiputado dio el sí quiero a la primera, al tiempo que alardeaba de poder modificar casi cualquier ley que pase por sus manos. Su enmienda, que es exactamente la que le dictaron los representantes de la firma, efectivamente pasó el trámite parlamentario.Al final, eso sí, el hombre rechazó el dinero prometido, un argumento que esgrime ahora en defensa de su “honradez” ante su partido y ante la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF), que está investigando el caso. Al parecer, la enmienda en sí es una chorrada, así que entre una y otra cosa la historia no pasará a mayores.En realidad, lo peor de este turbio asunto es la constatación de cosas de las que todos sospechamos: los políticos, que representan a los ciudadanos, no representan, sin embargo, sus intereses. La clase política idealista y comprometida que Delibes nos mostraba en El disputado voto del señor Cayo, aquella que trataba (no con poco esfuerzo) de convencer a un hombre rural para que fuera a votar en la España de la transición… Aquella clase política ya no existe. Ahora son los lobbys los que se disputan el voto del político a favor de tal o cual enmienda, de esta ley o de esa otra. La tortilla se ha dado la vuelta, y los quemados son los electores. Aquellos sobre cuyos intereses hay que decidir no son (somos) sino la materia prima, la mano de obra necesaria para llegar al poder y beneficiarse de él. Somos meros instrumentos.Cuando aparecen historias como esta me pregunto hasta qué punto lo que se legisla se hace a merced de los intereses de los lobbys (financieros, mediáticos, sociales…). Si es todo, si no es nada, si sólo es una parte… Hasta qué punto vivimos en una mentira. The Sunday Times, a través de una trampa sin muchas pretensiones, ha destapado una realidad que cada vez está siendo más evidente: para ellos no somos nada, a pesar de se están enriqueciendo a nuestra cosa (con o sin corrupción de por medio).
Aquí, el que suscribe, no tiene más remedio que volver a las andadas. A pesar de que nos hagan creer que no somos nadie, que no somos capaces de entender los porqués de las grandes decisiones estatales o supranacionales, que existe el voto útil o que son todos iguales… A pesar de todo, seguimos siendo depositarios de la soberanía popular. Seguimos siendo los que ponen y quitan presidentes y gobiernos, los que deciden. Tenemos el voto.
Así que hazte un favor, demuéstrales quién manda y no les votes.