En tus ojos pícaros, mozuela, ya adivino tus andares descarados.
Ay, María, y compadezco a todos los que seguirán tu paso, entimismados. A todos los que rodearán, pa verla, tu carita sabionda y atrevida, tu sonrisa entrecortada y elegante.
Adivino, ay María, tu minúscula figura saltando, pizpireta, dando aire al vuelo de tu falda. Y tu tirabuzón dorado, retando al sol encandilado que te lo contempla. O el crepitar de tus pestañas, chas chas, abanico negro de cascabeles, como tu risa.
Y me compadezco a mí, ay María, cuando compres mis desvelos con tu gesto. Cuando tuerzas la mirada y me descubras babeando, y me sepas rendido a tus encantos.