La liberté, la egalité y la fraternité vinieron después. El origen de todo, el salto del feudalismo y la tiranía a una sociedad propietaria de sus propios derechos, el germen de la Revolución Francesa lo determinaron los grandes pensadores ilustrados. Entre ellos, Montesquieu, el padre de la separación de poderes como única alternativa al poder absoluto de un rey o de una corte que decidían sobre la vida de los demás sin importarles un pimiento sus problemas o sus inquietudes. Los tres poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial, debían estar separados para garantizar que jamás nadie volviera a ostentar el poder absoluto. Hoy, sin embargo, vivimos el día a día sin caer en la cuenta (o sí) de que seguimos igual que hace dos siglos y pico.
“A la mierda Montesquieu”, piensan ellos (sabemos todos). Y mientras pronuncian hermosas palabras sobre la democracia y la libertad, cruzan los dedos y giran la cabeza, y con una mueca despectiva guiñan un ojo al que tienen a su lado, que sonríe.
Bildu me la trae al pairo. Bilbao me pilla a mil kilómetros y me importa un carajo que puedan o no presentarse a las municipales. Ni a favor ni en contra. Me da igual. Lo que sí me importa es que todos demos por hecho que las teorías de Montesquieu se han ido definitivamente por el váter y asumamos, sin ningún pudor, sin ninguna sorpresa, que todo un Tribunal Constitucional decide sobre lo que es o no es justo en función de una posición política asignada previamente. Jueces del lado progresista y jueces del lado conservador. Jueces para el PSOE y jueces para el PP. Tribunales que pronuncian sentencias en función de quién los ha puesto allí. Partidos políticos que se reparten los jueces como el que se reparte porciones de pizza.
La Justicia española, mal que nos pese, ni es independiente ni es ciega. Se pone la venda por paripé, pero luego nos hace la pirula a todos. La Justicia española se empobrece por momentos y nadie hace nada. Los fiscales hacen la vista gorda cuando conviene, los jueces de los grandes tribunales deciden en virtud de su posición política (más bien partidista), mientras otros protegen a corruptos de trajes y loterías, o ponen a otros compañeros en tela de juicio solo por hacer su trabajo pidiendo las actas del gobierno de turno, o sientan en el banquillo a los otrora amigos para acabar con fulgurantes carreras, o condenan a pagar 1.000 euritos a quien su negligencia ha llevado al asesinato de una pobre niña…
El Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo son lo mismo, porque gobierna quien legisla, y viceversa, mientras el Poder Judicial se mueve según interese al último que gane las elecciones. Y ninguno, aunque pueda, quiere cambiar nada porque a quienes ostentan el poder les conviene este statu quo. Así que aquí estamos, convencidos de la mentira a sabiendas de que es mentira, juntando poderes y mandando a la mierda a Montesquieu, a Rousseau, a Locke y a todos los que después de ellos dieron su sangre y sus vidas por un mundo más justo.